“La vis cómica”: entrevista a Mauricio Kartun
TEATROBUENOS AIRESENTREVISTA
Por Javiera Miranda -@javieramirandariq
6/4/2024
Durante la época del Virreinato del Río de la Plata, creado en 1776 por la Corona Española en Sudamérica, una compañía teatral del país ibérico desembarca en Buenos Aires con el propósito de montar su trabajo y luego viajar a Paraguay. La compañía está compuesta por Angulo el malo (Horacio Roca), Isidoro (Luis Campos) y Toña (Stella Galazzi), quienes esperan hacerse un lugar en la ciudad entablando relaciones con los funcionarios del Estado. Sin embargo, Buenos Aires se presenta como una ciudad hostil para las aspiraciones de la compañía. La plaza no es de uso público y es otra compañía la que ya cuenta con el favor del Cabildo. Berganza (Cutuli), un perro didascalias que vive con la compañía de teatro y que pertenece a Isidoro, irá narrando y acompañando la acción dramática de los personajes.
“La vis cómica”, escrita y dirigida por Mauricio Kartun, juega con la metateatralidad, develando a lo largo de la obra aquellos procedimientos de los que es capaz la dramaturgia y la puesta en escena; a la vez, cuestiona esos sospechosos vínculos que hacen a veces de los artistas una correa de transmisión del Estado y el poder.
Circular de Arte entrevistó a Mauricio Kartun sobre “La Vis Cómica” y su proceso creativo como dramaturgo y director.
Javiera Miranda: ¿Qué es una imagen generadora y qué imagen fue la que dio lugar a “La Vis Cómica”?
Mauricio Kartun: El fenómeno de imagen generadora, que lo trabajó y desarrolló con mucho talento mi maestro Ricardo Monti, no es otra cosa que el abandono de la hipótesis de escribir ideas, las que siempre producen materiales inevitablemente artificiales y condicionados por la característica misma de la red conceptual a la que pertenece. Es aceptar las imágenes en estado de germen como origen del relato en la hipótesis más puramente orgánica que puede tener la imaginación.
Mis obras corresponden a alguna imagen generadora, siendo que muchas de las que he tenido y desarrollado nunca llegaron a transformarse efectivamente en una obra. Las imágenes son las semillas. Un árbol genera a veces cientos de semillas en una temporada y son pocas aquellas que efectivamente encuentran el lugar en el que tienen las condiciones, el alimento, la luz y el cuidado como para llegar a ser una planta.
En el caso de “La Vis Cómica”, la imagen fue muy lejana. Jugando con la hipótesis de escribirle algo a un grupo joven de por entonces, hace veinte años atrás, y aprovechando algunas condiciones que tenía ese grupo, me apareció la imagen de unos cómicos españoles que, intentando llegar a Chile desde el Río de la Plata, cruzando el territorio argentino y soñando con que encontrarían en Santiago de Chile una plaza fértil para su teatro, eran atrapados por una tribu y se quedaban representando allí para un grupo de gente que ni siquiera entendían su idioma. Esa fue la imagen: cómicos que no pueden dejar de ser cómicos aún en ausencia de su público. Ahí naturalmente surgieron preguntas. ¿Qué pasa con ese artista que emite sin recepción? Bueno, eso quedó dando vueltas allí durante mucho tiempo y después, como pasa muchas veces con las imágenes, se fue apareando con otras.
Me apareció, por un encargo de la Embajada Española, la hipótesis de trabajar sobre alguna de las novelas de Cervantes y leyendo una di con Perro Berganza que me divirtió mucho cuando en una de sus desventuras como perro de una compañía teatral, cuenta que nunca había pasado tanta hambre como siendo mascota de ellos. Y en ese apareo empezaron a aparecer las imágenes definitivas de “La vis cómica”.
JM: ¿Cómo fue que trabajaste a Berganza con el actor?
MK: En principio hay dos vertientes. La primera es aprovechando las dotes extraordinarias que tiene Cutuli, a quien yo convoqué justamente porque es uno de esos actores que tienen la capacidad de romper la cuarta pared y establecer contacto con el público, lo que es una habilidad que no todos los actores manejan. Luego, había que aceptar la hipótesis de que no íbamos a componer un perro, que sí íbamos a usar los recursos preciosos de la inteligencia mimética que tienen los actores, quienes son capaces de crear en su cuerpo, merced de un sistema de signos muy curioso siempre, la presencia de una ausencia. Es decir, el trabajo del actor no es otra cosa que crear presencia de ausencia.
Y lo interesante es que cuanto mayor es la síntesis de ese discurso, más misteriosa es esa presencia. Porque, como en el caso del perro, Cutuli, con muy pocos elementos, lo hace presente. Es decir, no necesita ir a una mimesis o corporización exagerada del perro. Encuentra algunos signos pequeños, pero muy elocuentes, y consigue entonces que el espectador vea a un narrador humano y que continuamente esté viendo en ese humano la presencia del perro.
JM: ¿Cómo estableces un equilibrio entre eso que proyectabas al momento de escribir y esa potencialidad que tiene el actor al momento de recibir lo que escribiste?
MK: Hay un problema evidente que tenemos aquellos dramaturgos que dirigimos nuestros textos, y es cómo encontrar en la instancia dirección imágenes que hagan estallar al texto por encima de sus propios límites. De lo contrario, uno quedaría preso de sus propias didascalias y no daría lugar a la aparición del discurso verdaderamente trascendente del teatro que es el que se produce en el escenario en la relación entre el espacio el cuerpo de los propios intérpretes. Entonces, para que eso estalle, uno como dramaturgo y director no tiene otro camino que el de enfrentarse con imágenes que cuestionen a las propias.
Porque ¿Qué es lo que me va a sorprender? Yo creo mucho en el valor del verbo sorprender como extraordinario capital del arte teatral; creo que el arte teatral es un arte de sorpresa. Lo que hacemos con los espectadores, en lo dramático, en lo plástico, en lo mimético, en lo poético, en lo lírico, en lo visual, es sorprendernos. Una obra de teatro que te gusta es la que te mantiene sorprendido.
JM: Le das libertad al actor…
MK: Es que si yo como director no soy sorprendido, si yo no tengo sorpresa, entonces todo lo que haré será un acto burocrático. Dar libertad a los actores para sorprenderme como director frente a las novedades para luego poder dirigirlas con rigor.
JM: ¿Qué diálogos posibles hay entre esta compañía de teatro venida a menos de “La Vis Cómica” y la situación política actual del teatro?
MK: La maravilla del teatro es que cuando los espectáculos permanecen en el tiempo se reflejan contra distintas realidades. El teatro no deja de ser una proyección. Así como el cine hace una proyección, es decir, luces y sombras que se proyectan contra una pantalla, el teatro se proyecta contra su contexto, contra su realidad. Lo interesante es cómo el cambio de esas pantallas va cambiando el significado de las obras. Pero las obras siguen siendo las mismas. Están allí. Esta obra se estrenó en el 2019. Atravesó distintas circunstancias políticas y en cada una de ellas significó otra cosa. La dueña verdadera de esos significados es la obra y no su autor porque su autor no puede manejar sus pantallas. Por lo tanto, las relaciones que el público hoy establece con la obra son parte de ese misterio y de ese milagro que tiene siempre el teatro. Mal haría yo en señalar alguna de esas correspondencias porque las correspondencias las crea la historia. Ahora bien, es inevitable que una obra que termina con un hombre atrapado en su soledad hablando con su perro se vuelva en este país una referencia inevitable a alguna figura política.
La vis cómica se puede ver todos los sábados a las 19:30 en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543, CABA).